Desde el 8 de enero de 2015, y como consecuencia del resultado de las elecciones celebradas a mediados de diciembre del año anterior, tengo el honor, el compromiso y la responsabilidad de convertirme oficialmente en el trigésimo director de esta corporación. Ser el primus inter pares de una institución fundada en 1713 con el noble propósito de elaborar un diccionario que contribuyera a mejorar y divulgar el conocimiento de nuestra lengua constituye un privilegio indudable e implica también muchos desafíos. Todos esos retos e inquietudes, no muy diferentes a los de la sociedad hispanohablante en la que vivimos y a la que servimos, se pueden resumir en una humilde pero ambiciosa aspiración: la de continuar con el trabajo emprendido por quienes me precedieron en este cargo a lo largo de los tres últimos siglos, cada uno con sus circunstancias y, en algunos casos, en períodos muy convulsos de nuestra historia, reflejados en la vida de esta casa de las palabras.