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Quién me iba a decir que el destino era esto.
Ver la llubia a través de letras invertidas,
Un paredón con manchas que parecen prohombres,
El techo de los ómnibus brillantes como peces
Y esa melancolía que impregna las bocinas.
Aquí no hay cielo,
Aquí no hay horizonte.
Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.
Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
Siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
Porque no queda bien que la tinta se corra.
Schrijver: Mario Beneditti, Uruguay, 1920
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