En mi subconsciente, tengo que cargar con montones de archivos. Un día es una gota en el océano, sin exagerar. Me parece que está formado por capas caóticas.
De conocimientos y sentimientos, digamos todos los altibajos, innumerables experiencias se entretejen en cuerpo y mente hasta el momento del presente y parece que ya estoy muy dentro de mi tiempo, no me atrevo a decir hasta dónde, pero ya puedo decir que mi imagen se está descomponiendo lentamente o casi inmortalizando tras el todavía desconocido último momento.
Admito que no necesito escribir unas memorias, serían una suma de virtudes que se quedarían en una sonrisa. También hay puntos ciegos. Pero la gente está acostumbrada a negarlos.
Por supuesto que saldrán a la superficie en alguna parte.
Además, no mucho después de mi suspiro más profundo, todo el presente desaparecerá de mí y de todos los demás, o será absorbido por un rumor, individual o no, o por un lugar común, quizá con una fotografía aguada.
El caso es que, habiendo llegado hasta aquí, al menos en años, y a esto se le llama modestia, parece que formo parte de algo que no puedo conocer, tan grande y amplio, pero no tengo ganas de negarme a mí mismo.
Sin embargo, no tengo una imagen completa de mí misma. Tampoco me he conocido nunca realmente.
Estoy pasando de algo a una nada indeterminada, del ser al olvido. Y donde ninguna tiene precedencia ni destaca sobre la otra.
Es en un arrebato de plena satisfacción cuando hago esta observación.
Lo terrenal suele ser adicto al poder y al honor.
O sobrevive para oprimir
Seguramente yo también he conocido mucha felicidad y dolor
y por eso ahora sé de mi relativa insignificancia.
Esto es un verdadero alivio, y lo digo una sola vez.