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Adiós amigos míos, todos reunidos a mi alrededor.
Aún siento vuestro cálido amor y llevo conmigo todo lo guardado en mi corazón.
Ello alentará el viaje hacia lo imperecedero, donde el Creador seguramente me estará esperando.
Los ángeles, llenos del Espíritu y también tan finamente purificados, aliviarán vuestras penas terrenales con alas iluminadas.
Lloro con vosotros una vez más y por un momento toco con mi alma grandes corazones, mientras la tierna paz y la eternidad me cuentan y me ayudan a sacudir mis penas terrenales.
Cantad conmigo la canción de la gracia eterna, ellas tejerán todas las lágrimas.
Poco a poco, la alegría divina renacerá y revivirá en ti.
Dejadme ir ahora y escuchad la llamada de los querubines, que quieren llevarme al Señor en sus manos; un pensamiento reconfortante para todos vosotros.
Despedíos de mí y esperad mi regreso a vosotros.
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(2009)
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