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A veces las lágrimas hinchan mi espíritu cuando las avenidas que se entrecruzan hablan de vulnerabilidad.
Es serpentear por una ciudad de árboles incomprendidos y en el vacío veo desaparecer en vapor el asidero del aferramiento.
Del mismo modo, no toda semilla echa raíces por sí misma; muere en tierra salobre antes de que el sol la estropee con su valor iluminador.
Yo, humano, me atrevo a vivir en un lenguaje creativo donde aún reina lo desconocido.
Sin embargo, ahí reside la interpretación que no obtengo naturalmente de una palabra hablada
y cuando un solo sonido mal entendido interrumpe la reciprocidad y golpea una pared con una
liana extraviada
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