Pinto el anticuado armario de verde a blanco, un poco crudo, lejos de los bolígrafos y lápices de mi escritorio.
Leo la historia en las puertas como madera viva. Habla de lo que fue, en la veta y en las grietas que a veces deforman y decoloran la madera vieja con el paso de los días o incluso de los años.
Las tablas se apilan según las necesidades del momento. El paso de las generaciones ha dejado claramente su huella.
Dejo mis pensamientos en el suelo del armario. Hay fotos que no quiero mirar.
Contienen nebulosas premoniciones que mejor guardo para mañana,
Como dice el refrán: mientras recuerde el pasado, lo guardo.
Las guardo, pero no puedo enmarcarlas. Se reflejan en las formas, los ángulos, las curvas e incluso en las orejas que crujen en el oscuro silencio.
Pinto el armario envejecido n un poco de gris y blanco. Pero dejo intacto el campo interior de estanterías curvas, dejo que sientan el desgaste oculto tras la cerradura ornamentada que apenas se ha abierto desde que tengo uso de razón.
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